Había llegado el primer día en la ruta. Ansiosos de empezar pero parecía que el día nos tenía preparado otro plan. Después de 2 horas de espera y de habernos movido de salida de Olavarria, apareció nuestro primer relevo. Hablando un poco aprendimos sobre las maquinarias que se usan en el campo y lo que se planta y cosecha. Fueron solo 200 kilómetros pero pareció mucho más, sobre todo por las ganas de empezar a avanzar.
Apenas nos bajamos, y siendo ya entrado el mediodía, íbamos a almorzar, le dimos espacio al señor que nos había alcanzado para que comiera tranquilo. Mientras acomodábamos las mochilas en la banquina veíamos un auto a toda velocidad que se acercaba, casi sin mirar levantamos la mano a ver si por algún milagro frenaba. Y frenó! Era un Peugeot 508 último modelo, con aire acondicionado que nos llevó a toda velocidad hasta Trenque Lauquen, su destino. El nos convenció de cómo tenía que seguir nuestra ruta y nos dejó casi en el medio de la nada y con su auto empezando a fallar.
En enero en Argentina hace calor, pero ese día fue una jornada récord. O al menos para nosotros. No podíamos ya estar al sol por lo que nos refugiamos en una estación de servicio donde aprovechamos a almorzar y a tomar aire acondicionado. Mas tarde nos esperarían otras cuantas horas de espera en una ruta que poca gente circulaba. Hasta un paisano se nos apiadó diciendo que tenía que hacer unos mandados, que si en 2 horas volvía y seguíamos en ese cruce en el pueblo de America, nos llevaba a la casa. Por suerte, y no por evitar al paisano que llevaba un machete, nos cruzamos con otro señor que nos llevaba directo al cruce que queríamos en Rufino, provincia de Santa Fe, y hasta nos recomendó dormir donde nos dejaba, que era seguro.
Llegamos un ratito antes de que sirvieran la cena, preguntamos para armar la carpa y todo estaba bajo control. Salvo la temperatura. Esa noche la temperatura no bajó de los 42 grados. Y armar la carpa sobre pavimento no fue la mejor idea. Tampoco abrirla para ventilar porque parecía que ese día a los mosquitos no les habían servido la cena como a nosotros. Fue imposible pegar un ojo hasta que a Guille se le ocurrió mover la carpa al medio del campo, con el rocío algo mejoró.
Primer día a los golpes, pero estábamos felices de donde estábamos y de lo que habíamos elegido. Mañana nos esperaban en Villa Mercedes, San Luis para los que sólo habíamos que recorrer 200 kilómetros, bastantes menos de los que ya habíamos hecho. Y además era recto por la ruta 7, una de las más importantes del país.
Nos levantamos temprano pero parecía que los conductores ese día no circulaban, o por lo menos no para nosotros. Nos reíamos de un señor que esperaba desde antes que nosotros, que sólo les hacía dedo a las camionetas 4×4 y levantaba su bolso cada vez que aparecía una, pero nadie lo levantaba. Nosotros no perdíamos oportunidad con ninguno, pero tampoco teníamos suerte. Recién llegó 2 horas después un camión que tenía que llegar a una balanza en Vicuña Mackena, provincia de Cordoba, que nos sirvió para llegar a la mejor parrilla del viaje. Pero después el viaje se complicó. La temperatura volvía a subir y no había sombra. Un trabajador del puesto de peaje nos llevó hasta él, aunque fueran solo 5 kilómetros de donde estábamos, alegando que hacía mucho calor y que ahí al menos tendríamos sombra. Fue en el peaje que nos dimos cuenta del calor al ver que podíamos moldear la brea del asfalto con las zapatillas. Finalmente un convoy de verduleros nos llevaron hasta Villa Mercedes. Lo gracioso fue que entre ellos se miraban y olían pensando porque tenían tan mal olor, sabiendo que éramos nosotros los que habíamos dormido en una estación de servicio sin bañarnos y con 45 grados de calor.
En Villa Mercedes nos esperaba Marilyn, una amiga de Guille que nos debe haber odiado en el primer instante en que nos vio por acercarnos con el calor que teníamos encima. Así y todo nos tenía preparada su casa para que pudiéramos bañarnos en el primer instante que llegáramos.
No la conocíamos mucho, de hecho yo no la conocía en absoluto, pero con solo decir que teníamos planeado quedarnos 2 noches y terminamos quedándonos una semana, se entiende todo. Junto a su familia nos pasearon y contaron todo lo que sabían de esta provincia. Como recompensa la llevamos de vacaciones (a su casa en Trapiche) en donde dormimos y comimos a más no poder. Bueno, también paseamos por la zona, nadamos en el dique, nos sacamos fotos con el auto y nos reímos de todo lo que pudimos. Quedaremos siempre agradecidos con nuestra nueva amiga y su familia que nos hizo sentir como reyes.
Se acercaba la despedida y teníamos que ver cómo seguir, nuestro plan siempre fue ir al norte, pero no lo dudamos cuando el padre de Marilyn se volvía a Mendoza y nos ofrecía un aventon.
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