Cruzar la frontera de La Quiaca a Villazon es muy simple, sobre todo si es martes de carnaval por la tarde en la que están todos con los restos del festejo. En el norte argentino y en Bolivia el carnaval es la fiesta más importante, tanto que dura más de tres semanas entre el jueves de compadres, el jueves siguiente de comadres, el propio carnaval y el fin de semana siguiente (sin nombre).
La frontera está unificada, por lo que nos sellaron la salida de Argentina y la entrada a Bolivia en el mismo puesto. Nos dieron un ticket con el sello de entrada, que debe guardarse bien para poder salir del país; o pagar la multa correspondiente. No hay aduana ni controlan el equipaje, había gente que pasaba sin siquiera mostrar los documentos. Parecía un pueblo fantasma con música de petardos y niños jugando con pistolas de agua, pero ni las casas de cambio estaban abiertas, nadie trabajaba. Conseguimos una sola casa de cambio abierta en donde cambiamos todos los pesos que nos quedaban y emprendimos caminata hacia la estación de tren. Habíamos visto por internet que el tren nos llevaba de Villazon hasta Oruro, pasando por Uyuni, en donde queríamos quedarnos. Caminamos de acá para allá, no quería aparecer. Despues de preguntar a las únicas 3 personas que estaban despiertas pudimos averiguar que recién en 2020 planeaban reincorporar el servicio, por lo que teníamos que buscar otra alternativa.
Eran como las 5 de la tarde y encontramos la nueva terminal terrestre, por ser feriado y tener cara de extranjeros recién llegados se nos abalanzaron a ofrecernos pasajes a donde fuera, por lo que caímos en uno que llegaría a las 12 de la noche a nuestro destino: Uyuni. Gastamos todos nuestros pesos bolivianos en el pasaje y nos quedaron 4, que no sirven más que para una botellita de agua.
Se hizo la hora de salida y había 2 buses, pero nadie sabía a cuál tenía que subir. Entre cajas, bolsas, valijas, paños y canastos la gente iba de uno a otro buscando si era el que le correspondía. Un rato más tarde nos controlaron el pasaje arriba del bus a ver si definitivamente era el correcto. El viaje fue terrible, el aire era caliente y no parecía aflojar, la ruta era despareja y a cada rato se paraba sin saber por qué. Ya eran las 11 de la noche cuando todavía no habíamos llegado a mitad de camino y nos enteramos que el micro se había descompuesto. Finalmente cuando vimos en el mapa que estábamos en Uyuni Guille fue a preguntarle al chofer si teníamos que bajar. Resulta que ellos estaban buscando una farmacia, y que ya se habían pasado de la terminal, así que lo mejor era que bajemos ahí mismo. Eran las 3 de la mañana, no teníamos hospedaje y no parecía haber gente u hoteles como para quedarnos. Junto con otro pasajero argentino nos pusimos en búsqueda de alojamiento, el primero que vimos estaba muy por fuera de nuestro presupuesto y los próximos 5 no atendían al timbre por más que dijera “atención 24 horas”. Finalmente llegamos a uno que pudimos entrar y nos convenció. Estábamos sin cenar, y sin almorzar por el viaje que tuvimos desde salta entre uno y otro vehículo. Así que prendimos el anafe en la habitación y en 3 minutos teníamos hechos unos fideos que no terminamos de comer al quedarnos dormidos primeros.
A la mañana siguiente salimos a buscar moneda local (no habíamos podido pagar la habitación), a ver si encontrábamos otro alojamiento y averiguar por el famoso salar de Uyuni. Era miércoles y los hoteles estaban abiertos, pero los dueños no parecían atender, se podía entrar hasta las camas pero no había nadie que atendiera, o respondían que no estaban trabajando. Los cajeros no parecían responder a nuestras tarjetas y las agencias de turismo ya estaban cerradas porque los tours salen a las 10 y después cierran hasta la hora que regresan (a eso de las 4 de la tarde). Finalmente conseguimos todo lo que necesitábamos, hasta logramos almorzar por 10 bolivianos una sopa, un churrasco y un vaso de linaza. Hasta nos hicimos amigos de otros viajeros que nos volveríamos a cruzar en Cuenca, Ecuador.
Con miedo de haber contratado un tour que no existía llegamos a la agencia para ir al salar, y estaba cerrada. 15 minutos después apareció una pareja diciendo que ya nos venían a buscar, al rato aparecieron; después de media hora. El reloj no parece funcionar muy bien en Bolivia. Subimos a una camioneta solos y después nos movieron a otra en la que completábamos los asientos. Primer destino: cementerio de trenes. Se encuentra a solo 15 minutos del centro de Uyuni que son vagones de pasajeros y los furgones donde llevaban minerales hace 50 años, pero se dejaron a usar porque usaban carbon de piedra en vez de carbón vegetal para circular.
Siguiente parada: el almuerzo. El salar se hacía desear pero aprovechamos para comer unas ricas milanesas de pollo en un pueblito. Al rato estábamos recorriendo hoteles de sal hechos completamente con ladrillos de sal. Y se empezaba a ver el salar: son 12.000 km cuadrados de sal, de los que solamente pueden extraer 5 camiones por día solo para consumo nacional.
De enero a marzo es época de lluvias y se logra el efecto de espejo, donde hay una capa de 5 cm de agua sobre el salar dando esa ilusión óptica de espejo. Estuvimos jugando con la perspectiva y las burbujas que generan las venas del volcán que pasan por debajo del salar.
Al día siguiente continuaba el tour por el parque Nacional Avaroa, conociendo el altiplano boliviano y sus lagunas a más de 4500 msnm. La altura se hizo sentir al llegar a los 5000 msnm, pero la noche estrellada con luna casi nueva, por lo que se ven mas estrellas, en el medio del parque valió la pena. Gracias a nuestros compañeros de viaje; una pareja de Belgas que estaban de vacaciones en un voluntariado de Oruro, una pareja de argentino y boliviana y un chico estadounidense de 18 años, pasamos una noche divertida después de haber probado la pastilla sorochi para el mal de altura y habérnosla ingeniado para abrir una botella sin sacacorchos.
Recorrimos lagunas de todos los colores que se tiñen por los minerales, boro (blanca), arsénico (verde), colorada y más. Además hay géiseres que gracias a la corriente de lava por debajo de la tierra, pero sobre los reservorios de agua, esta se evapora y por presión producen unos chorros de vapor por entre cráteres que se forman. También hay aguas termales que se visitan a las 6 de la mañana con mucho frío. Puede ser que cueste encontrar el tour ideal para vos por la poca información que te brindan las agencias de viaje locales, pero son muchísimo más baratas que por internet.
Recomendaciones: ir al salar de día en época de lluvias (enero-marzo) y en esa misma época ir al salar de noche con luna nueva (se ven muchas más estrellas que cuando hay luna). Llevar ojotas para bajar de la camioneta en la parte húmeda y enjuagarlas esa misma noche para que no quede la sal pegada y destruya pantalones y zapatillas. Se pueden alquilar botas de lluvia; aunque algunos tours las incluyen. El tour de tres días incluye el salar el primer día, y es igual al tour de un solo día. Los otros dos días son las lagunas, que si bien son pintorescas no vale la pena el tiempo que se pasa adentro de la camioneta y el precio final contando la entrada al parque aparte del tour. De hacerlo, Es necesario llevar suficiente agua y remedios para el mal de altura.
Vuelta en Uyuni para emprender el viaje a Oruro. En este caso sí hay trenes, nocturnos, un poco más caros que el bus, pero vale la pena la experiencia. También hay vagones de trenes transformados en habitaciones de hotel, fijos en la estación de Uyuni.
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