Llegamos a Oruro en tren a las 7.30 de la mañana. Lo que pareciera ser la calle por la que pasó el corso del carnaval estaba impecable, solo quedaban las tribunas por desarmar. Y los negocios todavía estaban todos cerrados. No había mucha gente en la calle por lo que decidimos ir a pie hasta la terminal para ver si llegábamos a La Paz. En el camino paramos a desayunar en una plaza hasta que nos asustó un hombre que nos vino a pedir direcciones; capaz que era solo que estábamos cansados, pero por las dudas seguimos caminando.
En la terminal nos ofrecieron un bus que tardaría un par de horas en salir así que aprovechamos para almorzar. Llegada la hora de partida nos avisan que el bus tuvo un “inconveniente técnico” y que no va a salir, que nos devuelven la plata. Enseguida conseguimos otro bus al mismo precio que salía cada media hora; podríamos haber salido hace horas, pero estuvimos paveando en la terminal.
Parece que está de moda plantar quinoa, de todos los colores, pero esto destruye la tierra por lo que por 2 años la tienen que dejar reposar, así que el paisaje es quinoa (roja, amarilla, negra) y descampado, con montañas de fondo. La Paz en cambio es una ciudad enorme que pareciera haber empezado en el valle entre varias montañas, pero creció tanto que las casas ahora llegan hasta lo alto de las montañas; el valle está a 3400msnm y el alto a 4000msnm. Es como estar en una olla llena de edificios con ladrillos a la vista. Aunque también hay casas coloridas con raros mosaicos. La arquitectura de la ciudad cambia de casa en casa: techos de fibrofacil de colores, tejas de colores, ladrillo a la vista, mosaicos portugueses y vidrios de colores, todo en la misma cuadra.
Desde la terminal enseguida encontramos nuestro hostel en el centro, paseamos por la plaza Murillo, la Basílica de San Francisco y la calle Jean, muy pintoresca y conseguimos cenar en un puesto callejero en una calle peatonal un domingo a la noche donde sorpresivamente había muy poca gente. Resulta que ese domingo posterior a carnaval, la gente va al cementerio con toda la familia.
En el centro también se puede visitar el mercado de brujas y pociones, donde podes conseguir desde “remedios” “naturales” hasta fetos de llamas para rituales caseros. Dicen que si estás construyendo tu casa, tenes q enterrar uno de estos fetos debajo para tener prosperidad por ejemplo.
También estuvimos paseando en teleférico. Hay tours que lo hacen ordenadamente, pero lo podes hacer por tu cuenta y cuesta 5 veces menos. No se necesita más que el mapa para hacer el recorrido circular y unas pocas monedas. Vamos desde los 3000msnm a los 4000 en menos de 1 hora y dos combinaciones, además de conseguir unas panorámicas espectaculares. Encima cuando llegamos a “el alto”, mientras almorzábamos empezó a nevar! En realidad fue granizo, pero a la vista parecía nieve. En ese caso el teleférico deja de funcionar, solo basta con esperar a que pare y se reanuda el servicio.
Otros lugares que se pueden visitar es el valle de la luna, que se llega caminando desde la estación del teleférico Irpavi (desde el bajo) o para los más intrépidos, hacer la ruta de la muerte en bicicleta. Hay opciones de este último en el que el tour termina en un hotel con aguas termales y remeras de “sobreviví a la ruta de la muerte” estampadas.
Para seguir ruta a Copacabana lo recomendable es ir al cementerio, que ya de por sí tiene su atractivo por las pinturas que le hacen a los nichos. Y sobre todo porque se encuentra en la mitad de la ciudad. Bajamos del teleférico, atravesamos el cementerio (no se puede rodear, se cruza por adentro) y a la salida preguntamos por las combis a Copacabana. Después de preguntarle a 3 personas encontramos el lugar, mochila al techo y a prepararse para el viaje de montaña en una combi vieja, con filtración de aire y sin saber que más nos esperaría.
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